Parece que fue ayer, cuando me desperté de madrugada, y temblando de excitación y frío, salí al balcón de mi casa: Allí estaba, entre otros paquetes menores, mi Chispipí, un gran bebé de goma que los Reyes Magos o la cigüeña (tenía una discreta confusión al respecto), acababan de concederme.
Ahora la situación ha cambiado: En el balcón de mi casa, la mañana de Reyes, encontré un sólo paquete para mi. Un paquete que me produjo una emoción mucho mayor que la de aquel otro, hace cuarenta años.
Se trata de un C.D: musical, algo aparentemente sencillo de no ser porque este año y por primera vez, los Reyes Magos son mis hijos.
Algo importante sucede cuando en la vida de una persona, Los Magos de Oriente, mudan de personalidad. Cuando el viaje de los Reyes, transcurre a través de un tiempo generacional.
Me siento extraña, feliz al mismo tiempo. Quiero quedarme en estos días con esa felicidad tan peculiar que a veces proporcionan los hijos, sin siquiera ser conscientes.
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